Antes
de comenzar a exponer lo que a mi juicio considero los puntos más interesantes
del libro de Moneo, considero necesaria una brevísima aclaración sobre por qué
he escogido esta obra. Así pues, diré que los dos títulos subrayados en la
lista que se nos entregó eran La
arquitectura del patio: la arquitectura compuesta por partes de Antón
Capitel, porque sólo el título atiende a mis intereses proyectuales a día de
hoy, la arquitectura compuesta por partes, como bien se observa en mi compleja
propuesta de biblioteca en Hilversum. El otro título y finalmente elegido, la
obra de Moneo, prometía ser una enseñanza interesante de mano de uno de los
mejores arquitectos españoles de la historia, pero sobre todo prometía ser
completa, ya que son ocho arquitectos contemporáneos consagrados los que se
estudian en esta obra.
En primer lugar, una vez leído el libro,
me gustaría analizar cómo lo escribe Moneo, antes de estudiar qué analiza. Y es
que el procedimiento de Moneo es siempre el mismo. Las primeras páginas
dedicadas a cada autor contienen un estudio más teórico sobre el pensamiento
arquitectónico y la estrategia proyectual de cada arquitecto. En ocasiones
escribe también la biografía, pero no siempre, sólo lo hace cuando es necesario
para comprender los factores o experiencias vitales del individuo que
condicionaron a posteriori una actitud u otra de cara al proyecto o a la
arquitectura en general. Una vez considerados estos aspectos, aparece el
análisis de ciertas producciones de estos arquitectos, las más interesantes de
cada uno a juicio de Moneo.
La lectura comienza con James Stirling.
El británico se acerca a cierta interpretación temprana ingenieril de la
arquitectura, y esto resulta porque es un arquitecto constructivo, y por ello,
la máxima herramienta arquitectónica de la que se sirvió fue la sección en su
juventud y en su época dorada. Es en su etapa más tardía cuando entra en juego
la planta, al llegar a su lado Leon Krier, un joven y virtuoso dibujante.
Digamos que esto habla de las herramientas que cuentan el proyecto, pero si
hacemos un análisis más profundo sobre su obra, apreciamos la concisa
afirmación de Moneo, de que es “la
capacidad de Stirling de trabajar a un tiempo manteniendo la idea unitaria y
produciendo gran variedad de episodios, la que caracteriza su arquitectura”.
Desde luego, no se limita a ser sólo palabrería, ya que Stirling además es un
prolífico arquitecto fiel a un estilo propio pero que se caracteriza sobre todo
por su virtud de poder introducirse en terrenos desconocidos y asumir nuevas
teorías arquitectónicas.
Por otra parte, es en su etapa madura
cuando más se interesa por la ciudad, conjunto de elementos que relaciona
intrínsecamente con la arquitectura. Es curioso que un arquitecto tan notable
como Stirling se preocupe tan tarde por la ciudad, cuando otros arquitectos
aquí analizados se interesan por este concepto en su más temprana etapa, como Álvaro
Siza, y sobre todo Aldo Rossi y Rem Koolhaas.
Tras Stirling, Moneo analiza a uno de
los arquitectos teóricos por excelencia del grupo: Robert Venturi. De Venturi
lo primero que se puede decir es relativo a, cómo no, su obra magna. Complejidad y Contradicción en Arquitectura supone
ante todo una crítica a la modernidad, la alternativa hacia una arquitectura
más compleja que hacía posible el uso de la libertad frente a la norma.
Siguiendo en este ámbito teórico, uno de los principios teóricos que asume
Venturi es el de both-and, ambos y a
un tiempo. La inclusión frente a la exclusión, la diversidad frente a la
singularidad. También es inevitable hablar de la individualidad del todo e Inflection (hacer uso de la naturaleza
de los elementos individuales que componen la arquitectura, más que de su
posición o número).
Son, como vemos, conceptos muy teóricos,
de acuerdo con la naturaleza academicista de Venturi. Se demuestra con citas
del arquitecto que Moneo no duda en pronunciar: “La arquitectura moderna prescindió del simbolismo y en su lugar
promovió el expresionismo, concentrando su atención en la expresión de los
elementos arquitectónicos: en la expresión de la arquitectura y la función”.
Venturi adopta una preferencia de acuerdo a una posición ética que le lleva a
identificarse, y esa preferencia es que se decanta por lo feo y ordinario (con
la “silent majority”).
Sigue Moneo con el análisis de otro
estudioso de la arquitectura, esta vez el italiano Aldo Rossi.
Rossi se embarca en la
ambiciosísima tarea de redirigir el pensamiento en la arquitectura con su
teoría de romper con el tradicional encadenamiento a lo artístico, y
convertirse en una ciencia positiva al servicio de una sociedad más consciente
y responsable (oponiéndose así a grandes teóricos modernos paisanos suyos, como
Bruno Zevi). Se interesa, sobre todo, por la ciudad. Para Rossi, la ciudad es
“la más completa representación de la condición humana”.
A través de Arquitectura de la Ciudad, Rossi no sólo hace una presentación
objetiva y científica de la ciudad, sino que elabora un amplio repertorio de
términos y conceptos inventados por él mismo, como “lugar”, “tipo”,
“monumento”, “forma urbana”, etc. Esta acuñación de términos es frecuente en
los arquitectos que se mueven en estas esferas, incluso en los menos teóricos.
Rossi es, básicamente, por una parte “esclavo del conocimiento” y por otra
“esclavo del sentimiento”.
Y termina Moneo de carrerilla con
los tres arquitectos más teóricos de la obra con el análisis de Peter Eisenman
y de su obra.
Hay que comenzar diciendo que, a
diferencia de casos de arquitectos anteriores que preferían permanecer como
individuo en el anonimato, a Eisenman le gusta que su trabajo pueda ser
entendido como su biografía. Por otro lado y en palabras de Moneo, “Eisenman reclama una arquitectura que pueda
ser leída, entendida y juzgada como si se tratase de una operación
estrictamente mental”.
Reflexionando sobre la
arquitectura y el proyecto, a Eisenman no le importa tanto el resultado como el
proceso (process). Cierto es que Eisenman es otro acuñador de términos, al
igual que algunos de los otros arquitectos aquí analizados. En este sentido
generaliza el término “diagrama”: “Genéricamente
un diagrama es una abreviatura gráfica. Es la representación de algo que no es
la cosa en sí misma”, con su correspondiente significativa relación de que
“no existe una correspondencia biunívoca
entre el diagrama y la forma resultante”.
Por otra parte está el portugués
Álvaro Siza Vieira, que escapa un poco de la definición de arquitecto teórico,
para enmarcarse con mucho más sentido en la clasificación de arquitecto que ha
sido reconocido por su obra y profesionalidad. La obra de Siza Vieira puede ser
considerada, sin ninguna duda, como la genuina quintaesencia del Movimiento
Moderno. Si bien la arquitectura de Rossi busca lo platónico y la de Eisenman
busca obsesivamente el método, la arquitectura de Siza busca el “sentimiento de
tangibilidad”, una arquitectura que induce a ser embargados en una sensación
fenomenológica de ésta.
Diametralmente opuesto a Eisenman,
quien anhelaba hallar el método de hacer arquitectura, Siza afirma que no hay
una vía clara, “los caminos no son nunca
claros” . En la estrategia proyectual de Siza no hay jerarquías, todo tiene
el mismo valor, y sobre todo, prescinde de elementos aplicados como lámparas,
muebles, etc. por considerarlos ajenos a la arquitectura.
Y así llegamos al arquitecto
probablemente mejor considerado de su tiempo: Frank Gehry.
Gehry es, ante todo, un pionero.
El arquitecto libre que renueva la arquitectura a finales de los 70 en medio de
una fehaciente crisis del postmodernismo. Puede hablarse también de narcisismo,
en el sentido de que la arquitectura de Gehry
refleja y celebra el
individualismo americano, muy lejos de la idea de Rossi sobre arquitectura
como expresión colectiva.
Ya hemos hablado de la palabra
clave en la estrategia proyectual de algunos de los arquitectos anteriores: construcción en Stirling, método en Eisenman, tangibilidad en Siza. Pues bien, en Gehry, la máxima relevancia la
adquiere el programa, entendido como algo totalmente desfragmentado, opuesto a
lo unitario, que nace de la ruptura. Como procedimiento característico para
proyectar, Gehry ignora la documentación gráfica de plantas, secciones y
axonometrías; las considera un puro trámite de obligado cumplimiento, él
proyecta desde las masas, los volúmenes, se sirve de las maquetas.
El Frank Gehry de la última etapa
de su carrera se define como un creador de formas, que modela su obra con
libertad extrema, con lo que Gehry da vida a un mundo formal que podría
considerarse como propio (conclusión interesante).
Tras el americano, es el turno de
Rem Koolhaas. Koolhaas es un arquitecto que pertenece a la élite intelectual
que se discrimina entre las masas. Pero es ésta una minoría intelectual crítica
con la propia arquitectura. Koolhaas recapacita profundamente sobre el
Movimiento Moderno, y llega a la conclusión de que su arquitectura acepta y
asume esta corriente, pero sin “utopizar” el proyecto.
De todos los arquitectos
analizados, puede que Koolhaas sea el único que conoce cuáles son sus modelos,
tiene en mente la referencia, a qué se tiene que parecer su arquitectura. Al
igual que en el caso de Gehry, para Koolhaas el programa está en el origen de
la arquitectura. Puede que en este sentido Koolhaas sea menos radical que el
americano, ya que Koolhaas intenta evitar el exceso de dependencia del
programa.
El estudio profundo de la ciudad
contemporánea, la metrópoli, por parte de Koolhaas, le lleva a introducir un
concepto fundamental en las últimas décadas del siglo XX: si Le Corbusier
revolucionó la arquitectura y la construcción de su tiempo con el concepto de
“planta libre”, Koolhaas introduce ahora el de “sección libre”, concepto
increíblemente revelador de lo que es la arquitectura contemporánea, la nueva
arquitectura de la ciudad, ya que incita a pensar en vertical, de manera mucho
más radical que Stirling.
Y para dar por terminado este rico
estudio docente de Moneo, el arquitecto español analiza a Herzog & De
Meuron. La arquitectura de estos dos suizos supone una arquitectura
esencialmente renovadora. De forma deliberada, se simplifica la forma hasta las
máximas posibilidades y se ignora por completo la iconografía. La imagen no
existe. Es un tipo de arquitectura que aboga por la materia y los materiales.
El reconocimiento de la obra de Herzog & De Meuron
no nace de una actitud y labor academicista como en el caso de Venturi, Rossi o
Eisenman, sino de un premeditado profesionalismo, al igual que en Siza, pero a
partir de una estrategia proyectual basada en las reglas más convencionales. En
ejemplos como la Galería de arte Goetz en Munich se aprecia claramente una
tendencia clara hacia el minimalismo, en el intento de aislar una porción de
espacio abstracto, puro. Tanto el Centro de señales de la Estación Ferroviaria
de Basilea, con su piel de cobre sin precedentes, como las Bodegas Dominus
justifican la afirmación de que “el
vehículo de expresión de la arquitectura son los materiales”.